Munich, Baviera, Castillo de Neuschwanstein, Salzburgo y Hallstatt

La pasada Semana Santa hicimos otro viaje desde Praga, esta vez solos los dos desde Praga, pero nos uníamos con nuestro amigo Chano el sábado. Queríamos conocer Munich, Salzburgo y un poco de los Alpes austriacos cercanos a estas ciudades. Como en nuestro viaje a Berlín, conseguimos un intercambio de casa con otra familia, que en principio vendrán a Medina después del verano. En cuanto al transporte, la opción que elegimos fue alquilar un coche en el aeropuerto de Praga para los 4 días. Tuvimos mucha suerte ya que alquilamos un coche pequeño por 20€/día pero no tenían disponible el coche y nos dieron un Seat Alhambra, un coche mucho más cómodo y seguro.
Salimos de Praga el jueves a la hora de comer, y llegamos a las seis de la tarde a Munich. Todo el trayecto fue a través de autovías, y en Alemania además no hay límite de velocidad en la mayoría de los tramos, así que llegamos en poco tiempo a nuestro destino.
Ya en Munich, para poder circular con el coche por la parte central de la ciudad es necesario tener una pegatina en el coche que certifique que tu coche cumple ciertas restricciones de emisiones de gases. La zona central no corresponde con el centro histórico de la ciudad, es bastante más grande y se denomina «anillo medioambiental». Lo bueno es que para aquellas personas cuyo coche no cumpla las restricciones, o para aquellas personas que como nosotros visitamos la ciudad, existen numerosos P+R en el borde del anillo. Los P+R son parking amplios para aparcamientos por días completos, valen muy baratos y están justo o cerca de las estaciones de metro. Nosotros concretamente aparcamos en el OlympiaZentrum, que tan sólo costaba 1.5€ el día y que en pocas paradas nos llevabas hasta la casa que habíamos intercambiado.
Una vez dejamos el coche, cogimos el metro justo al lado y llegamos a nuestra casa de intercambio. La casa estaba en pleno centro de Munich, a tan solo 2 paradas de metro de MarienPlatz, el corazón de la ciudad. Conocimos a Inés, la dueña de la casa, que nos dejó la casa para nosotros y se marchó.
No quisimos perder mucho tiempo y fuimos a conocer el centro. La verdad es que ya las primeras impresiones nos encantaron. Una ciudad muy monumental, viva, limpia y cuidada, con un gran poder económico pero a la vez una ciudad manejable. El centro, que es precioso se recorre en unas horas. Este es el tipo de ciudades que nos suelen gustar por lo que antes de seguir contando cosas decir que nos encantó Munich, una de las ciudades más bonitas que hemos visitado.
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Una vez en el centro, nos tomamos unas cervezas alemanas de rigor, y nos fuimos a nuestra cercana casa alemana a descansar.

El viernes por la mañana nos levantamos, fuimos hasta el coche en el metro y salimos en dirección a Salzburgo. Hubo algunas retenciones y nuestros planes se retrasaron, pero finalmente no nos perdimos nada. Llegando a Salzburgo tomamos la carretera hacia el sur, carretera que habíamos transitado hace un año antes en nuestra vuelta de Praga a España. Luego nos desviamos de la autovía para adentrarnos en los Alpes.
Hay que decir que todo Munich y sus alrededores estaban completamente nevados. Íbamos viendo paisajes totalmente nevados siempre, por lo que al entrar en los Alpes la nieve no fue noticia, de hecho estaba incluso menos nevado por ser cara sur, pero si despertaron nuestro interés los espectaculares paisajes. Fuimos parando haciendo fotos hasta llegar a nuestro principal destino, Hallstatt.
Para definir este lugar la mejor palabra es idílico. Es la típica imagen que tenemos en nuestras mentes de pueblo alpino ideal. Pueblo pequeño y bonito, en el borde de un lago y rodeado de hermosas montañas nevadas. Este pueblo austriaco es uno de esos sitios que es visita obligada para los amantes de la naturaleza. Como pueblo pequeño, quizás es el más bonito hemos visto nunca, por el entorno, claro, como pueblo hemos visto otros más bonitos.
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Almorzamos justo al borde del lago unos bocatas que llevábamos. Fue una gozada sin duda. Desde luego las mejores comidas, las más agradables o las más románticas no necesitan siempre de un restaurante caro, mejor un lugar maravilloso y unos bocatas. Después de comer nos fuimos para Salzburgo viendo en nuestro camino más lagos parecidos con pueblecitos, pero ninguno tan bello como Hallstatt.

Salzburgo, la ciudad natal de Mozart, está justo donde comienzan los Alpes, por lo que desde la ciudad se contemplan picos de 2000 y 3000 metros. Lástima que ese día, en esta cara norte, estaba nublado y no veíamos las montañas que tienen que hacer de Salzburgo una ciudad aún más bonita. Es una ciudad pequeña, como Cádiz, con un centro de callecitas estrechas, iglesias y monumentos, y en lo alto de la ciudad, visible desde todos lados, su imponente castillo. Salzburgo es una ciudad distinta, a pesar de tener tantos monumentos no luce ese color dorado de los monumentos como la Giralda o los de Munich. Es precisamente del color de la sal que lleva su nombre. Salzburgo significa Castillo de Sal. Y eso lo hace muy bonito y especial.
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Después de callejear, de visitar la catedral o la plaza de Mozart decidimos subir al castillo. Se puede subir andando o en un funicular que cuesta algo caro, 8 euros ida y vuelta. Esta vez hicimos una excepción a nuestras costumbres y subimos en subimos en funicular, porque llegamos muy tarde y no nos daba tiempo de visitar otras cosas.
El castillo es precioso, todo blanco y conservado en un perfecto estado. Dentro es un gigantesco museo con salas donde explican la historia del castillo y la ciudad, especialmente el periodo de la primera guerra mundial, donde el imperio astro-hungaro cayó y en cuya guerra Salzburgo tuvo un importante papel.
Las vistas desde el castillo son impresionantes, a pesar de que estaba nublado.
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El patio del castillo con este inmenso árbol guardaba un aroma especial, como algo mágico.
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Bajamos antes de anochecer y visitamos el resto del centro.
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Cenamos en una pizzería pero antes, subimos a una pequeña colina en el otro lado del río desde donde había una vista de la ciudad espectacular.
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Cenamos temprano e hicimos el camino hasta Munich, que tan solo está a una hora pero tardamos algo más porque no paraba de nevar. A Munich llegamos cansados de todo el día y nos fuimos directamente a casa a descansar.

El sábado nos levantamos temprano para ir al aeropuerto de Memmingen (Munich oeste) para recoger a Chano, que llegaba en vuelo Ryanair desde Málaga. Tras encontrarnos con él, nos dirigimos ya los tres al castillo de Neuschwanstein, que estaba a menos de una hora del Aeropuerto.
El castillo de Neuschwanstein es uno de los castillos más famosos del mundo, inspirador para Walt Disney y nominado a ser la octava maravilla del mundo, al igual que la Alhambra. Este castillo ha sido visitado por más de 60 millones de personas. Se encuentra en la falda de los Alpes, rodeado de lagos y de exuberante vegetación, lo que hace aún más especial esta joya arquitectónica. El castillo fue construido por el Rey Loco (Luis II de Baviera), y su idea era construir un castillo como los de los cuentos de hadas que tanto le gustaban.
Para adquirir las entradas es necesario guardar varias colas, que pueden ser recortadas reservando por internet, pero en temporada alta aún así hay que esperar bastante tiempo a tu turno. El Sábado Santo (día en que nosotros lo visitamos) puede ser uno de los días en que más gente visita el castillo. Por lo que nosotros decidimos no comprar la entrada para verlo por dentro ya que perderíamos mucho tiempo en la espera. La entrada costaba 14 euros.
Para aparcar tuvimos que pagar 5 euros en un inmenso parking que hay. Justo allí está otro castillo, también bonito, pero nada que ver con el de Neuschwanstein. Es el Castillo de Hohenschwangau. Este castillo también fue construído por el rey Loco y está justo debajo de la colina del otro castillo.
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Para subir a la colina cogimos un bus que cuesta 2,80 € ida y vuelta. La subida es un poco más larga que la subida de Medina.
Según leímos, lo más espectacular de la visita es ver el castillo desde un puente cercano, el puente de Marienburg. Nosotros tuvimos muy mala suerte, aunque el castillo nos encantó, nos fuimos de allí con un sentimiento de desilusión y tristeza porque no habíamos podido ver el castillo en su esplendor por una intensa niebla. Para que entendáis nuestra desilusión, os mostramos una foto de cómo se veía el castillo en nuestra visita, y otra foto que le hicimos a una postal, que es como se normalmente se puede ver.
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El puente es espectacular, aunque no viéramos apenas el castillo, nos quedamos impresionados de la altura de éste y de las cascadas que había en el río que cruza. Fuimos hasta el castillo que está a unos diez minutos del puente y vimos lo que la niebla nos dejó ver. Había largas colas para la entrada, donde iban mostrando en un panel los números de visita. Pasamos por una puerta de dónde salía gente y entramos, y un túnel nos condujo hasta dentro del castillo. Así que sin entrada al final pudimos ver algunas habitaciones, y la verdad que era muy curioso, pero creemos que quizás no merece la pena las colas y el dinero porque lo más impresionante es por fuera.
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Comimos allí mismo unas salchichas y bocatas, y nos fuímos para Fussen, el pueblo más cercano al castillo, que es bastante bonito, y ya que se va al castillo su visita es muy recomendable. También tiene un pequeño castillo.
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En nuestro plan del día teníamos pensado cruzar hasta Austría y visitar el tercer Castillo del Rey Loco, el de Linderhof, y el pueblo de Oberammergau, pero era bastante tarde y fuimos ya camino de Munich. Ya en Munich, llegamos a la casa y rápidamente nos fuimos al centro para hacer el tour de la cerveza. Este es un tour donde te llevan por varias cervecerías, te cuentan historias sobre la cerveza y la ciudad, y en el precio te incluyen algunas cervezas. Nos lo pasamos muy bien con una familia Aragonesa que conocimos y con la guía que era muy amable.
Una de las cervecerías en las que estuvimos fue la cervecería HB, creo que la más grande del mundo, donde hay cientos de alemanes bebiendo cerveza todos los días y donde Hitler dio en el gran salón de la foto su primer discurso en público sobre sus ideas políticas.
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Al final del tour, la familia aragonesa se fue antes de terminar y nos dejaron una considerable cantidad de cerveza solo para nosotros.
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Así terminamos el largo día del sábado. El domingo por la mañana hicimos el free tour, donde nos contaron la historia de la ciudad con varias anécdotas. Después de comer, y dar un último paseo por el centro viendo nevar, partimos en nuestro viaje de vuelta hacia Praga, a donde llegamos a las nueve de la noche tras dejar el coche en el aeropuerto.
Como veréis en las fotos este fue uno de los viajes más bonitos que hemos hecho nunca, y lo sería aún más si hubiésemos conseguido ver el castillo del Rey Loco tal y cómo queríamos. Pero nos conformamos con Salzburgo y Munich, las cuáles son dos ciudades muy recomendables para visitar, y Hallstatt es sencillamente espectacular. Recomendamos sin ninguna duda hacer este viaje a Baviera y Austria, así como por otros cercanos lugares muy interesantes de visitar, que a nosotros no nos dio tiempo en sólo cuatro días.